La insuficiencia venosa crónica (IVC) es una enfermedad en la cual las venas son
disfuncionales para transportar la sangre unidireccionalmente hacia el corazón,
con un flujo que se adapte a las necesidades de drenaje tisular, la regulación de la
temperatura y la reserva hemodinámica, independientemente de su posición y
actividad (Martínez, 2008).
La etiología es multifactorial y puede incluir: incremento de la presión venosa
causada por bipedestación prolongada, incremento de la presión intraadominal,
factores congénitos y familiares (Jones, 2008). El mecanismo implicado en la
aparición de IVC es la incompetencia de las válvulas venosas, secundaria a la
destrucción de las mismas o por un defecto idiopático de la pared venosa que
produciría una dilatación excesiva y la separación de las válvulas agregar defectos
de pared (Veiras, 2002). El primer síntoma es la sensación de aumento de peso
en las piernas, posteriormente aparece edema, dolor y dilatación de las venas de
las extremidades inferiores (Slodka, 2006).
La IVC es una enfermedad de evolución crónica, ocasiona un deterioro progresivo
y significativo de la calidad de vida de los pacientes que la padecen (Rosas, 2006),
constituye una condición clínica con substanciales implicaciones epidemiológicas,
y es causa también de sintomatología limitante e incapacidad laboral con
importantes repercusiones económicas debido al número de bajas laborales e
ingresos hospitalarios que genera (Agus 2005; Martínez 2005).